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Experiencia de Voluntariado en Tanzania: Una Historia de Aprendizaje y Transformación

Entrevistamos a Elia Vilalta de 1º de Bachillerato que este verano ha participado en una experiencia de voluntariado en Tanzania. En esta entrevista nos explica su vivencia, los desafíos que enfrentó y el impacto que ha tenido en su forma de ver el mundo.

¿En qué consistió tu voluntariado y dónde lo llevaste a cabo?

Realicé mi voluntariado en Tanzania, en la ciudad de Dar es Salaam. Mi labor principal era dar clases de matemáticas e inglés a niños de entre 6 y 12 años. Durante la semana, impartimos clases de 9:00 a 12:00 y por la tarde de 16:00 a 18:00. Entre esos horarios teníamos tiempo libre y los fines de semana podíamos explorar la ciudad o viajar a otros lugares.

¿Qué te motivó a participar en esta experiencia?

Siempre me ha interesado ayudar a los demás y vivir experiencias nuevas. La idea de aportar algo positivo y conocer una cultura distinta me pareció una gran oportunidad de crecimiento personal.

¿Cómo fue tu primer día como voluntaria?

Fue un poco confuso porque no sabía exactamente qué hacer. Nunca había vivido nada parecido. Afortunadamente, tanto los profesores del centro como mis compañeros, que llevaban más tiempo allí, me ayudaron mucho. Una amiga que conocí en el voluntariado me pasó fichas para entender mejor el nivel de los niños y poder enseñarles de manera adecuada.

¿Cuáles eran tus principales tareas y responsabilidades?

Mi principal tarea era enseñar, pero también jugar con los niños y pasar tiempo con ellos. Muchos de ellos no tenían con quién jugar, ya que, en su cultura, cuando los niños empiezan a caminar, los padres dejan de prestarles atención. Por eso, era muy importante dedicarles tiempo y hacer que se sintieran acompañados y felices.

¿Qué fue lo más desafiante del voluntariado?

Lo más impactante fue darme cuenta de la enorme diferencia entre mi realidad en España y la de Tanzania. La pobreza allí era abrumadora y verlo en primera persona fue un verdadero choque.

¿Y lo más gratificante?

Sin duda, la felicidad de los niños. Recuerdo que cuando llegué y vi las condiciones en las que vivían, me pregunté cómo podían ser felices en esa situación. Sin embargo, me di cuenta de que valoraban y agradecían cada pequeño gesto, como enseñarles algo nuevo o simplemente darles un abrazo. Su alegría y gratitud fueron lo más enriquecedor de toda la experiencia.

¿Cómo ha cambiado tu forma de ver el mundo?

Muchísimo. Estar allí durante un mes, viviendo sus costumbres y tradiciones, me hizo ver el mundo de otra manera. En tan poco tiempo, crearon un vínculo conmigo y me hicieron sentir parte de su comunidad. Ahora soy mucho más consciente de las distintas realidades que existen.

¿Qué valores o aprendizajes te ha dejado esta experiencia?

Aprendí a valorar lo que tengo y a darme cuenta de que la felicidad no depende de lo material, sino del amor y la conexión con las personas que nos rodean. En Tanzania vi cómo, a pesar de tener muy poco, la gente era agradecida y unida. Eso me ha hecho reflexionar sobre muchas cosas en mi vida.

¿Recomendarías esta experiencia a otros jóvenes?

Sin duda. Es una experiencia que te abre la mente y te enseña muchísimo sobre otras culturas y realidades. Creo que todos deberían vivir algo así, al menos una vez en la vida.

¿Te gustaría seguir participando en actividades de voluntariado en el futuro?

Definitivamente sí. Ha sido la mejor experiencia de mi vida. Me encantaría volver al mismo
sitio, pero también viajar a otros países para conocer nuevas realidades y seguir
aprendiendo.

¿Cómo crees que esta experiencia influirá en tu futuro académico y profesional?

Me ha hecho tomar más en serio mi educación. Antes de ir, no le daba tanta importancia a mis estudios, pero al ver lo mucho que los niños en Tanzania valoraban una sola hora de clase, entendí la suerte que tengo y la importancia de aprovechar las oportunidades que tengo.

¿Qué consejo le darías a otros estudiantes que estén considerando hacer voluntariado pero tengan dudas?

Les diría que lo piensen bien porque no es una experiencia fácil; el choque cultural es fuerte. Sin embargo, también les diría que ha sido lo mejor que he hecho en mi vida. Allí me cuidaron mucho y me hicieron sentir parte de una familia. Sin duda, es una experiencia que merece la pena vivir.

Santi Alavedra